10 jun 2010

Pequeños detalles

Siempre que tengo la oportunidad de ver un partido mundialista me emociono demasiado, tanto por el juego, como por la fiesta que representa. El mundial significa la alegría de ver a tus paisanos buscando triunfar en un lugar lejano, la emoción de hablar con tus "enemigos" y que después de un par de tragos serán parte de la familia. Esa manera de vivir un mes de tu vida sin otra cosa que fútbol en tu mente y tus alrededores, que la ciudad se convierta en una gigante cancha en la que a cada cinco metros veas unos niños jugando fútbol o aun algo mas grandioso ver personas de distintos continentes unidos entorno a un balón y sonriendo, siendo felices por el pequeño hecho de estar ahí jugando una pequeña cascarita.
Aunque alrededor del fútbol exista un entorno lleno de intrigas, dinero y burocracia, ocasionalmente los futbolistas -cuando su agenda se lo permite- también juegan fútbol.
Yo me quedo con esos sentimientos. La alegría que da el simple hecho de jugar fútbol, esa curiosidad que alimentamos al viajar a lugares distantes solo para patear un balón, ese romanticismo que encierra un lugar creado para y por los amantes del fútbol.

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